viernes, 3 de junio de 2016

La crisis de 1929.

Hola mis queridos lector@s de El Rincón del Sueko. Atribuyen a John Davidson Rockefeller la siguiente frase "Cuando mi limpiabotas invierte en Bolsa yo lo vendo todo".

Hoy traigo un post de historia económica: una breve explicación de los antecedentes y del abasto de la gran crisis de 1929 y de la posterior Gran Depresión que llevaría al mundo a la Segunda Guerra Mundial.

Los antecedentes. Los grandes desequilibrios del capitalismo americano.

La prosperidad de los años veinte tenía debilidades. La expansión estaba financiada, en gran parte, por el crédito o los préstamos. Los salarios quedaban muy por debajo de los beneficios y de los dividendos, de modo que el poder adquisitivo de las masas, aunque ampliado por la compra a plazos (otra forma de crédito), no podía absorber el gran volumen de lo que técnicamente era posible producir. Y, en todo el mundo, la década de 1920 fue un periodo de depresión crónica en la agricultura, hasta el punto de que los granjeros no podían pagar sus deudas ni comprar artículos en la medida necesaria para el buen funcionamiento del sistema.

Las operaciones militares de la Primera Guerra Mundial habían reducido en una quinta parte los campos dedicados al cultivo de trigo en Europa. El precio mundial del trigo subió, los granjeros de EEUU y otros países aumentaron sus extensiones cultivables. Muchas veces, para adquirir tierras a precios altos, contrajeron hipotecas que luego no pudieron pagar. Después de la guerra, Europa restableció la producción de trigo, Europa Oriental se reincorpora al mercado mundial; la agricultura se mecaniza progresivamente y aumentaba la productividad de la tierra.

El resultado de todos aquellos numerosos procesos de desarrollo fue una superabundancia de trigo. Pero la demanda de trigo era lo que los economistas llaman “inelástica” (por más barato que valga, no se come más pan), el precio mundial del trigo cayó increíblemente. En 1930, el precio en oro del trigo fue el más bajo desde hacía cuatrocientos años. La fase aguda de la gran depresión, que comenzó en 1929, se agravó a causa de aquel fondo crónico de catástrofe en la agricultura. La apurada situación del granjero empeoró aún más cuando la gente de la ciudad, alcanzada por la depresión en la industria, redujo sus gastos en alimentación.

Vamos a introducir mejor el tema a través de esta presentación.


La crisis bursátil.

La depresión, en sentido estricto, comenzó como una crisis en el mercado de acciones y una crisis financiera. Los precios de las acciones se habían mantenido ascendentes gracias a los años de continua expansión y de altos dividendos. A comienzos de 1929 los precios de las bolsas europeas comenzaron a debilitarse. Pero la crisis real, o decisiva, se produjo con la bancarrota en la Bolsa de Nueva York en octubre de 1929. Allí, los valores se habían elevado a alturas fantásticas a causa de una excesiva especulación. En los EEUU, no sólo especuladores profesionales, sino también gentes absolutamente comunes, compraban acciones con fondos tomados a préstamo, como una manera fácil de ganar dinero. Algunas veces comerciando al “margen “, aquellas gentes “poseían” cinco o diez veces más acciones que las que correspondían a la suma de dinero propio invertido en ellas; el resto lo tomaban prestado de los corredores, y los corredores lo tomaban de los bancos, sirviendo en cada caso como garantía las acciones compradas.


Con un dinero tan fácil de adquirir, la gente hacía subir los precios de las acciones al pujar los unos con los otros, y disfrutaban de enormes fortunas sobre el papel; pero si los precios bajaban, aunque sólo fuese un poco, los infelices propietarios se veían obligados a vender sus acciones para devolver el dinero que habían tomado prestado. De ahí que la debilitación de los valores de la bolsa de Nueva York desatase incontrolables oleadas de ventas que hundieron, irresistible y desastrosamente, los precios de las acciones. En un mes, los valores de la bolsa de Nueva York descendieron un 40%, y, en tres años, de 1929 a 1932, el valor medio de cincuenta acciones industriales cotizadas en bolsa bajó de 252 a 61. En esos mismos tres años, cerraron sus puertas 5.000 bancos americanos.

La extensión de la crisis a Europa.

Las repercusiones de la crisis en Europa se dejaron sentir rápidamente cuando fueron retirados los capitales flotantes de EEUU.  En Alemania, los bancos dependían de los créditos americanos, por lo que al retirarse estos, intentaron mantenerse con empréstitos ingleses y franceses a corto plazo. Se produjo un éxodo de depositantes, lo que obligó al gobierno a ofrecer garantías públicas a los ahorradores. Sin embargo, a pesar del aplazamiento del pago de las reparaciones de guerra permitido por el presidente norteamericano Hoover, el sistema bancario alemán se hunde, obligando al gobierno alemán a una reorganización de los bancos con la utilización masiva de capitales del Estado, lo que equivale a una nacionalización del crédito. En este marco económico, las empresas tienen que vender sus mercancías a bajo precio para procurarse el capital indispensable.

El número de parados alemanes supera en 1932 los cinco millones, casi todos jóvenes. Gran Bretaña sufrió la crisis antes que cualquier otro país; la economía británica no se recuperó de la crisis de 1921, con un paro permanente de más de un millón de trabajadores. La vuelta de la libra esterlina al patrón-oro no resolvió nada. Pero una vez desencadenada la gran crisis, el declive económico británico será menos brusco que en EEUU y en Alemania.

No obstante, la constante transformación de libras en oro, por lo que la libra se devaluó un 30% arrastrando consigo a 30 monedas.  Francia, (no tan industrializada), sufrió menos la crisis y fue la última alcanzada. La industria dedica la mayor parte de su producción al mercado nacional, pero las exportaciones bajaron entre 1931 y 1932. De todos en 1932 las quiebras se multiplicaron, llegándose a 300.000 parados. La crisis alcanzó a Italia entre 1931-32, causando la disminución de los salarios y la quiebra de algunos bancos.

La Gran Depresión de los años 30. De la crisis bursátil a la recesión generalizada.

Al bajar los valores de la Bolsa de Nueva York, el sector bancario fue el primero en verse afectado. Gran parte de los ahorradores, temerosos ante la posibilidad de perder sus depósitos, los retiraron; ante este pánico, los bancos no pudieron hacer frente a la situación porque tenían sus fondos invertidos, por lo que muchos, sobre todo los más pequeños, quebraron o presentaron suspensión de pagos. Los bancos que resistieron se vieron faltos de liquidez, con lo que restringieron créditos y, por tanto, se hundió la inversión. Así la crisis pasó del sector financiero al industrial.

Como la producción industrial en los EEUU, durante la “prosperidad”, estaba orientada en gran parte a la gran masa de asalariados (compradores de automóviles, electrodomésticos, etc.), al disminuir la capacidad adquisitiva de estos en su conjunto, debido al incremento del paro, se contrajo la demanda y en las fábricas aumentaron los stocks. Ante esto, empezaron a bajar los precios (entre 1929 y 1932 bajaron más de un 30%). La situación empeoró además, debido a que cuando los precios bajan se aplazan las compras, considerando que será mejor comprar más adelante, cuando estén más baratos.

La restricción del crédito y la falta de pedidos provocaron la quiebra de gran número de empresas y reducciones de plantillas, con lo que aumentó el paro y se agudizó la crisis.

Desde agosto de 1929 a agosto de 1932, la producción industrial estadounidense descendió en un 50%, el paro alcanzó el 25% de su población activa. Todos los indicadores económicos señalaban la profundidad de la crisis y, especialmente, el comercio mundial quedó reducido en dos terceras partes.

Los problemas sociales.

El desempleo, un mal crónico desde la guerra, adquiría ahora proporciones de una peste. En 1932 había 15 millones de desempleados en EEUU; y esta cifra no recoge los millones de personas que solo podían encontrar trabajo unas horas a la semana. Hombres en la flor de la vida pasaban años sin trabajo. Los jóvenes no podían encontrar trabajo ni establecerse en una ocupación. Millones de personas se veían reducidas a vivir y a sostener a sus familias gracias a las raciones de caridad, al socorro del gobierno, a las limosnas. Las grandes ciudades modernas asistieron a la germinación de un arte de las aceras, en el que, hombres en plenas facultades físicas, pero sin trabajo, pintaban cuadros sobre el pavimento con tizas de colores, con la esperanza de recibir unos peniques o unos centavos.

La gente se veía espiritualmente aplastada por un sentimiento de inutilidad; meses y años de infructuosa búsqueda de trabajo dejaban a los hombres desmoralizados y profundamente resentidos. Al lado de esto, los que conservaron el puesto de trabajo se vieron ligeramente favorecidos por la bajada de los precios. Los agricultores fuero el otro grupo social más castigado por la caída de los precios. Muchos de ellos, completamente arruinados, emigraron a las ciudades, contribuyendo así a formar las grandes extensiones de barrios degradados en los suburbios.

El factor nuevo de esta crisis fue que sus efectos llegaron a una buena parte de las clases medias: se vieron hundidos de golpe los pequeños rentistas por la pérdida de  valor de la moneda, los pequeños y medianos empresarios (artesanos, comerciantes, industriales…) por las quiebras y la disminución de las ventas, los profesionales liberales porque se quedaban sin clientes, y los funcionarios, por las medidas del gobierno para reducir sus sueldos.

Roosevelt y el New Deal.

Tras el fracaso de las recetas clásicas, el primero que ensayó nuevas propuestas para solucionar la depresión sin modificar lo esencial del sistema capitalista, fue el presidente demócrata Franklin D. Roosevelt con su propuesta de New Deal. Para tomar decisiones, el presidente, se rodeó de técnicos jóvenes de Harvar Columbia (algunos en contra de la tradición liberal del capitalismo). Unos eran más bien partidarios de inyectar dinero en el sistema para estimular la demanda (spenders) y otros creían más bien en la necesidad de planificar el mercado e intervenir (planners). La intuición de Roosevelt concilió ambas posturas. Del New Deal podríamos destacar los siguientes aspectos:

  • La reforma financiera consistente en una devaluación del dólar y el control de la banca, articulando además un sistema de seguros para proteger los depósitos de la gente modesta.
  • Intervención en la agricultura estableciendo créditos a bajo interés para los campesinos y un estímulo a la reducción de la producción mediante indemnizaciones, con la intención de hacer subir los precios y devolver el poder adquisitivo a los granjeros.
  • Intervención en la política industrial tratando de establecer códigos de competencia leal para la regulación de los precios y la producción. Desde un punto de vista social, la NIRA (Nacional Industrial Recovery Act) comportó la reducción del horario laboral (35 ó 40 horas) y el establecimiento de un salario mínimo. A la vez, se obligaba a la negociación colectiva, lo que reforzó los sindicatos. Además, en 1935, por la Social Security Act, se crea un sistema de seguro de paro, vejez e invalidez. Lo que después se llamaría el “Estado providencia” (Welfare State) daba sus primeros pasos.
  • Lucha contra el paro a cargo del Estado financiando obras públicas de utilidad para crear puestos de trabajo. Ello aumentó de forma importante el gasto público, que siguiendo las ideas de Keynes se financió por medio del déficit. El programa más importante fue la creación del Tennessee Valley authority (TVA), una ambiciosa regulación del caudal del río Tennessee en una de las zonas más deprimidas por la crisis económica.

La crisis de 1937-38. El rearme.


El gasto público y la renovada confianza en la salud de las instituciones del país crearon una lenta, gradual y parcial recuperación. A mediados de 1937, sin embargo, se produjo una recesión, es decir, la actividad de los negocios retrocedió cuando el gasto público disminuyó. Esta crisis es especialmente fuerte en países que no han procedido al rearme, como los EEUU, donde el paro vuelve a ponerse de nuevo en los diez millones, sin que los gastos en obras públicas consigan mejorar la situación.

El rearme tiende a convertirse en el único soporte seguro de la vida económica; incluso condiciona la venta de materias primas: los metales suben de precio en el mercado mundial y descienden los productos alimenticios. Pero, en general, a partir de 1937 se vuelve a observar un fuerte fenómeno de superproducción de productos primarios: el caos de 1930 amenaza con repetirse. El inicio de la guerra supone la superación de todos estos problemas.

Para finalizar, un documental que nos muestra bajo qué circunstanciás, tras los felices 20, la Bolsa americana colapsó provocando una depresión económica mundial sin precedentes.



Fuente principal: Revista Internacional del Mundo Económico y del Derecho. Volumen I (2009) Págs. de 1 - 16


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